Qué ancianas eran ya las armas, que viejos eran ya los hombres, que decrépito el mundo, que anciana la palabra.
Babilonios...
Babilonios somos: no nos vuelva la tentación de levantar ninguna torre juntos: más bien, dejemonos ya de una vez por imposibles los unos a los otros, como buenos hermanos. (R.S.F., 1982)
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